Encontronazos entre el más rancio inmovilismo y quienes apuestan por una apertura de espacios a la información
Karina Marrón, subdirectora del
diario Granma, y José Ramírez Pantoja, periodista holguinero expulsado de Radio
Holguín
De existir una pugna entre dos facciones de la cúpula
gobernante, una más pragmática, partidaria de hacer cambios, por una mera
cuestión de supervivencia, y otra ortodoxa e intransigente, cerrilmente opuesta
a esos cambios, es en el terreno de la prensa oficialista donde más se hace
sentir.
Últimamente, y en particular, a partir del VII Congreso del Partido
Comunista, donde logró imponerse la tendencia ortodoxa continuista, los ‘tira y
encoge’ más o menos disimulados han pasado a ser forcejeos y amenazan con
convertirse en una batalla frontal del más rancio inmovilismo contra los
mínimos espacios a la información que parecían estarse abriendo con cautela y
timidez en el país.
Y no se trata de los periodistas independientes, contra los cuales, como
de costumbre, siguen los arrestos y decomisos de sus instrumentos de trabajo.
También son cuestionados y presionados los blogueros de los medios digitales
que se muestran moderadamente críticos, “dentro de la revolución”, como Joven
Cuba, Periodismo de Barrio, El Toque, El Estornudo, y a los periodistas
oficialistas les advierten que tendrán que enfrentar las consecuencias de
publicar en páginas digitales financiadas desde el exterior, como OnCuba
Magazine o Progreso Semanal, que son calificadas como “contrarrevolucionarias”,
aunque en ellas ni por asomo aparezcan comentarios desfavorables al régimen. Y
ni pensar en sitios como Diario de Cuba y CubaNet, que han vuelto a ser
bloqueados y parece que lo estarán por largo tiempo, a tenor de la insistencia
oficial en considerar que Internet es utilizada por el gobierno de los Estados
Unidos como “arma de subversión” en contra del gobierno cubano.
Se sabe de varios comunicadores de los medios oficiales que han recibido
reprimendas por lo que han escrito en sus blogs. Han sido llamados a ser más
“responsables y cuidadosos con sus criterios”, lo que ha llevado a muchos de
ellos a preguntarse cuál es entonces la pertinencia de dichos blogs, en los
cuales se suponía que podían opinar con un poco más de soltura.
La remoción del coronel Rolando Alfonso Borges de la jefatura del
Departamento Ideológico no ha significado un aflojamiento de las tuercas al
periodismo, sino todo lo contrario: la mano de los censores sigue bien pesada.
Recientemente fue expulsado de Radio Holguín, donde trabajaba, José
Ramírez Pantoja por citar quejas que hubo en una reunión de periodistas acerca
del manejo de la información por parte del Estado.
Y ni siquiera escapan de las presiones los corresponsales extranjeros
acreditados en el país. Uno de los más veteranos, el uruguayo Fernando
Ravsberg, quien lleva más de 20 años en Cuba, primero trabajando para BBC Mundo
y actualmente para Público, y quien habitualmente suele mostrarse en sus
despachos condescendiente con el gobierno cubano y nada favorable a la
oposición, ha tenido que soportar un chaparrón de ataques por parte de
destacados testaferros oficialistas, como Iroel Sánchez y Darío Machado, del
blog La Pupila Insomne, y Aixa Hevia, la vicepresidenta de la Unión de
Periodistas de Cuba (UPEC), solo por haber comentado el artículo de Machado
“Medios de comunicación, democracia y realidades”, aparecido en CubaDebate, y
salir en defensa de Ramírez Pantoja.
Aixa Hevia, llegó a sugerir que Ravsberg sea expulsado de Cuba, mientras
que Iroel Sánchez, el cíber-esbirro en jefe, uno de los mandamases del
Ministerio de Informática y Comunicaciones, nada menos que él, tuvo el cinismo
de calificar a Ravsberg de “censor extremista” y “vulgar propagandista”.
Tiene razón Ravsberg cuando explica: “Quieren silenciar a todo el que no
puedan utilizar para conseguir sus fines inmovilistas, su objetivo no es la prensa
sino detener los cambios que impulsa el propio gobierno cubano”.
En la Unión Soviética, en la época de Gorbachov, la Glasnost, que
buscaba generar un estado de opinión favorable a las reformas, tuvo que vencer
la resistencia de la burocracia conservadora del Partido Comunista, opuesta a
la Perestroika y que se sentía presionada por las críticas de la prensa.
Como decía Yákovlev, uno de los impulsores de la Glasnost, “solo
utilizando las herramientas totalitarias es posible desmontar el
totalitarismo”.
En Cuba, donde los reformistas no acaban de declararse como tales, los
bonzos de la ortodoxia fidelista siguen empeñados en frenar los tímidos cambios
raulistas. Y están decididos a que la prensa no les estorbe, sino que
contribuya a sus nudos y trabazones, aunque tengan que reducirla aún más a la
ridícula condición de mera repetidora de la más rancia propaganda ideológica.
Por eso, a pesar de las exhortaciones que realizan desde hace años el
vicepresidente Díaz-Canel y el propio Raúl Castro por un periodismo menos
triunfalista y más crítico y analítico, las posibilidades de que ese periodismo
se concrete, al menos por ahora, parecen bastante lejanas.
luicino2012@gmail.com