Cerca de lo que fue la Plaza del Vapor, hoy desaparecida, entre las
calles Dragones, Rayos, Lealtad y Zanja, se encuentra el Barrio Chino
de La Habana, alguna vez el más grande e importante de las Américas.
Los
chinos empezaron a llegar a Cuba en el siglo XIX. El primer grupo
llegó al puerto de La Habana en el vapor Oquendo. Se calcula que
entre 1847 y 1874 entraron unos 150 mil chinos de Hong Kong, Macao y
Taiwán vía Manila (Filipinas), contratados para trabajar en
plantaciones de caña y café.
Los
chinos decidían embarcarse en esta aventura hacia la América
española con el sueño de enriquecerse. En verdad, con presiones de
diversa índole y engañifas legales, firmaban unos documentos que
los obligaban a servir durante ocho años en condiciones de
semiesclavitud. Recibían cuatro pesos mensuales por una jornada de
ocho horas diarias y, según Napoleón Seuc ( La Colonia
China en Cuba, 1930-1960), se comprometían a trabajar para
cualquier patrono a quien fueran cedidos; se les daban dos mudas de
ropa gratis, una camisa de lana y una frazada anuales. Una vez que el
contrato se cumplía, tenían que pagarse el pasaje de regreso a
China o reengancharse con un nuevo patrono por otros ocho años.
Muchos
de ellos, una vez libres, no tuvieron mejor opción que permanecer en
la Isla y ganarse la vida en los más disímiles oficios. Así pues,
trabajaron en la industria, el comercio, los servicios, la
agricultura y las construcciones. No rehuyeron incorporase a la lucha
por la Independencia en su momento.
Los
culíes chinos lograron emanciparse de su solapada esclavitud en
1877, mediante la firma del Tratado Chino-Español, cuando el
mandarín Chin Lan Pin visitó Cuba. El tratado suspendió legalmente
la contratación, pero no la inmigración.
Desde
1869 hasta la primera mitad del siglo XX se produjo la entrada en la
Isla de diferentes oleadas de chinos libres, procedentes en su
mayoría de California, en Estados Unidos, de donde migraban por las
leyes racistas. Los “chinos californianos” llegaron a Cuba en
busca de terrenos propicios donde establecerse e invertir sus
capitales.
Se
inició entonces un proceso de auge y expansión de la comunidad
china, especialmente en su zona principal de asentamiento, el Barrio
Chino, que en la actualidad ocupa desde la Calle Escobar a la calle
Galiano, y desde la Calle San José hasta la Calle Reina, en el
municipio Centro Habana.
Allí
empezaron a establecer comercios de todo tipo, lo que originó una
pequeña burguesía comercial china importadora y financiera en
desarrollo. Esos comerciantes emplearon en sus negocios a los culíes
libres residentes en la Isla.
A
la llegada a La Habana, muchos de estos últimos habían creado
asociaciones como la Kit Yi Tang (La Unión, La Habana, 1867), que se
propuso reunificar a todos los chinos; la Heng Yi Tong (Los Hermanos,
La Habana, 1868), y la Yi Song Tong, segunda alianza formada para los
chinos jaka.
En
marzo de 1870 se abrió la primera casa importadora de productos
asiáticos, cuyos propietarios fueron los banqueros Ley Wong, Youy
Shan y Lang Tong, y en ese mismo año, en la esquina de la Calle Sol
y Villegas, se instaló la casa Con San Tong, el segundo gran
comercio chino, fundado con un capital de 50,000 pesos.
El
chino Chun Long, con el nombre españolizado de Luis Pérez, funda en
1858, una fonda en la esquina de Rayo y Zanja, mientras su paisano
Lin Si Yin (Abraham Scull) levanta un puesto de verduras chinas y
frutas.
Así
se inició el Barrio Chino.
Muchos
vegetales de origen asiático se empezaron a cultivar por los chinos,
quienes aprovechaban el suministro de agua fresca de la Zanja Real.
Posteriormente, con la urbanización y desaparición de la Zanja, los
chinos agricultores se asentaron en las afueras de La Habana, en
áreas de Calabazar, Bejucal y otras zonas de los alrededores. Aunque
no fueron los chinos quienes introdujeron el arroz a Cuba, sí
contribuyeron a su consumo, muy presente en su gastronomía y hoy un
plato indispensable en la mesa cubana.
El
Barrio Chino se encuentra en lo que se conoce en nuestros días como
municipio Centro Habana. Está demarcado por cuatro o cinco pequeñas
calles: la calzada de Zanja (al Norte), Rayo (al Este), Lealtad (al
Oeste), y la más característica de todas, la calle Dragones (al
Sur). En su momento de auge, durante la década de 1940 y 1950, la
calle principal de negocios y servicios fue San Nicolás entre Zanja
y Dragones.
A
fines del siglo XIX y comienzos del XX llegaron unos cinco mil
emigrantes chinos procedentes de California. Estos aportaron un gran
impulso comercial a la comunidad china; crearon restaurantes de lujo,
cafeterías, teatros, bancos, bodegas, periódicos, funerarias,
casinos, sociedades y salones donde se ofrecían reuniones y
actividades culturales, todos asentados en los alrededores de la
calle San Nicolás entre Zanja y Salud.
Una
peculiaridad del barrio eran las llamadas Sociedades Chinas de
Instrucción y Recreo, pequeños centros donde se agrupaban los
chinos por apellidos y regiones de procedencia, situados
invariablemente en un primer piso, entre ellas estaban:
Lung-Con-Cun-Sol, Chang-Weng-Chun-Hong, Chi-Tack Tong, y otras
muchas, que se fomentaron para aglutinar y servir de apoyo a muchos
paisanos que no tenían familiares en la Isla. Muchas de estas
sociedades alquilaban habitaciones a sus asociados, quienes
compartían baños y cocina en áreas comunes del edificio.
Existían
otras asociaciones de carácter comercial como la Cámara de
Comercio, que radicó en la Calle de la Reina, entre Manrique y San
Nicolás; la Unión de Detallistas del Comercio, que llegó a
publicar la revista Fraternidad; y la Wah Tin Yi Kuan Con
Hui, la Asociación de Lavanderías Chinas, que agrupó a más de
250.
La
comunidad tenía, además, el Banco de China, que llegó a manejar un
capital de cerca de 2 millones. El banco estaba situado en los bajos
del edificio que ocupaba el Casino Chung Wah en la calle Amistad, a
un costado de la Compañía de Teléfonos. Las dos plantas
intermedias del inmueble estaban ocupadas por oficinas de abogados y
servicios a la comunidad china. El Casino estaba en la planta
superior y era la institución común a todas las sociedades.
A
la caída del gobierno del presidente Batista, en enero de 1959, el
Banco fue intervenido y luego confiscado por el subsiguiente gobierno
y entonces tenía un capital de 10 millones de pesos cubanos. En
resumen, puede decirse que entre negocios confiscados o abandonados y
edificios sociales de instituciones de asistencia mutua los chinos
tenían en Cuba por esa época decenas de millones de pesos.
El
sistema de atención a la salud consistía en un centro de consultas
y laboratorio en el mismo Barrio Chino y una clínica plenamente
equipada y con pabellones para pacientes, Kow Kong, localizada en las
Alturas de Lawton, llamada Kow Kong. Allí nací yo, como muchos
chino-cubanos de la época. Imposible dejar de mencionar las
farmacias chinas, que expendían una extensa variedad de remedios
naturales importados de Asia. El mentol chino envasado en un diminuto
frasco de lata, con un dragón rojo en la tapa era muy popular entre
los cubanos.
La
comunidad china de La Habana contaba en 1958 con cuatro cines. Uno de
ellos, el Aguila de Oro, brindaba funciones de teatro para piezas de
la Ópera China. El cine Aguila de Oro (Kiam-Yin), en Rayo entre
Cuchillo y Dragones ofrecía usualmente filmes en idioma cantonés;
el cine Nuevo Continental (Sian Tai Luk), en Manrique entre Zanja y
Dragones, películas chinas y norteamericanas; el cine Pacífico (Jay
Ping Yon), en Zanja esquina San Nicolás, películas chinas y
norteamericanas (desapareció); cine La Gran China (Sian Mend Ji
Yin), en San Nicolás, entre Dragones y Salud, películas chinas y
norteamericanas (desapareció).
Tuvieron
gran importancia las sociedades culturales y deportivas, destacándose
la Chung Wah Yin Lock Kou Se, primera en emplear descendientes para
actuar en la ópera cantonesa, y la Chi Mut Hai You Wut, dedicada por
entero a las artes marciales de origen chino, entre ellas el kung fu
y la Danza del León (Whu Su).
Durante
los años 1940 y 1950, las actividades deportivas se vieron
reforzadas con el Club Atlético, que promovía prácticas de
diversos deportes así como las culturales tuvieron su impulso con la
Banda de Música del Kuo Ming Tang (Partido Nacionalista Chino).
Un
asilo ubicado en las alturas de Palatino, cerca de la Loma de los
Zapotes, era manejado por el Casino Chung Wha, y muchos ancianos
pasaron sus últimos días en una atmósfera de cuidado y atención
médica. El cementerio chino, situado en la actual Avenida 26 del
reparto Nuevo Vedado, en las cercanías de la Necrópolis Cristóbal
Colón, era la última parada para los que terminaban su vida tan
lejos de su tierra de origen. La ceremonia de despedida del difunto
incluía sus platos preferidos y el ritual fúnebre correspondía a
las costumbres de cada región y de cada familia.
La
gastronomía china tuvo un enorme impacto entre los cubanos. La
mayoría de los chinos que fueron a parar a Cuba procedía del sur
del país, sobre todo de la provincia de Cantón. Debido a que el
Trópico de Cáncer pasa por esta provincia y también por Cuba
muchos chinos decidieron asentarse en la Isla: el sol y el clima eran
muy similares. También las hortalizas, vegetales y frutas chinas
germinaron fácilmente en una tierra fértil y generosa donde el
proceso de adaptación fue mínimo.
Con
la llegada de los chinos californianos se amplió el menú y las
posibilidades de una cocina más sofisticada. Fueron ellos los que
trajeron el afamado “arroz frito”, en verdad creado en
California, y que en La Habana alcanzó su mejor variante, ya que los
mariscos eran mucho más baratos y abundantes.
Entre
los restaurantes chinos más famosos está el Pacífico, localizado
en el mismo Barrio Chino.
El
juego de azar ha estado en la idiosincrasia del chino desde tiempos
inmemoriales. Fueron ellos quienes introdujeron la Charada que dedujo
en la charada cubana (una tabla compuesta de 100 números
consecutivos del 1 al 100. Los primeros 36 números están tomados de
la llamada charada china o ‘chiffá’, los restantes son producto
de la imaginación popular del cubano). También aparecieron muchas
variantes basadas en la Lotería Española.
No
hubo tiempo para que la comunidad china tuviese una presencia en la
floreciente televisión nacional. Sin embargo, en la radio, a partir
de 1930 algunas radioemisoras divulgaban la música china y a partir
de 1940 ya contaban con tres emisoras que transmitían ópera china y
un noticiero en lengua cantonesa.
Por
otro lado, Angel Hun Jam ponía su voz al Noticiero Chino de la COCO,
de Guido García Inclán, y era pagado por el Jabón Candado, de
Crusellas y Cía. Hun Jam era afiliado a Chee Kun Tong y fue durante
muchos años editor jefe del diario Hoy Men Kong Po, de esa sociedad,
más tarde dirigió otro diario chino, el Wah Man Sion Po, hasta su
disolución en 1960.
En
los noticieros eran frecuentes las crónicas sociales y las
informaciones del Barrio y la Colonia China.
Existían
tres diarios chinos independientes en La Habana: el Wah Man Sion Po
(comercial), el Man Sen Yat Po (Nacionalista – Kou Ming Tang), y el
Hoy Men Kun Po (de noticias e información general).
Había
otro magazín en chino de menor tirada, aliado al Partido Socialista
Popular, pero dirigido a una minoría casi inadvertida dentro de la
inmensa masa de chinos, mayormente anticomunistas y pertenecientes al
Partido nacionalista Kou-Ming Tang que tenía sus oficinas en un
flamante edificio en la Calle Zanja desde mediados de los años 1950.
Durante
la década de 1950, el monto de las importaciones de productos chinos
desde California, Taiwán y Hong Kong fue enorme. Bazares chinos
vendían todo tipo de productos y víveres. En este período los
productos frescos eran producidos en la Isla, desde el tofu hasta
embutidos, conservas, aliños y algunas especias. ¿Y cómo olvidar
los helados elaborados con frutas cubanas en los puestos de chinos?
La
década de 1960 estaba destinada a marcar el despegue de la comunidad
china. En La Habana se notaba la presencia de restaurantes y
cafeterías fundadas con capital chino: Wakambas y Karabalí, en el
Vedado; las Estrellas de Oro de la calle Monte, restaurantes de lujo
como el Hong Kong (más tarde renombrado Yan-Tsé/Pekín/Mandarín).
Por otra parte, muchas inversiones en bienes raíces, con capital
chinocubano, comenzaban a florecer.
La
inmigración china fue casi constante. Con el florecimiento de los
comercios y compañías de servicios en manos de chinos, estos se las
agenciaban para traer a sus familiares. Otros pagaban el viaje con su
trabajo a un plazo demasiado largo y duro, pero que sirvió para que
la comunidad creciera y se mezclara con los criollos.
En
un principio los chinos se mantuvieron fieles a sus costumbres y
celebraban matrimonios entre ellos. Pero la cantidad de mujeres de
origen chino era escasa, de manera que muchos acabaron uniéndose con
negras y blancas. Hoy en día la mayoría de los chinocubanos son una
mezcla de chinos, españoles y africanos.
(Alfredo Pong)
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