sábado, 17 de agosto de 2013

Archipiélago Gulag, prólogo del libro de Solzhenitsyn y una invitación a su lectura


Cuando en el año 1974 se publicó Archipiélago Gulag, los españoles del PCE eran los
protagonistas de la Transición, defendían los derechos humanos, la reconciliación, las elecciones libres,
la amnistía y la democracia. En toda Europa, los comunistas habían sido la principal fuerza antifascista
y adoraban a la URSS por ser el primer Estado obrero del planeta que había derrotado a Hitler. Eran
indulgentes con la dictadura del proletariado y achacaban las purgas, el hambre y la policía secreta al
aislamiento, el cerco, a la guerra fría y a la propaganda imperialista. Pero después de que se publicó
Archipiélago Gulag, aunque no se leyera por decoro y disciplina, los comunistas de todo el mundo, y
especialmente los de España, descubrieron que por debajo del anticomunismo doliente y lírico de
Alexandr Solzhenitsyn, estaba el infierno de la verdad. Pocas veces un libro ha causado tanto dolor. Los
perseguidos, torturados, encarcelados de este lado se veían a sí mismos en la reconstrucción de almas, se
encontraban entre los desaparecidos y se identificaban con los 227 testigos.
Aquí a este lado del telón se defendía la libertad y se pedía la abolición de la pena de muerte, y,
al otro lado de la cortina, se conculcaban todos los derechos humanos. La culpa y la mala conciencia
alejaron al placer como principio de la Literatura en este libro largo, estepario, demoledor, sarcástico,
sectario, pero justo.
Habían dicho los dirigentes que Solzhenitsyn era un contrarrevolucionario, pero en aquel fresco
de horrores, de humillaciones y de crímenes la sangre de la pintura estaba fresca. Los comunistas que se
habían dejado la vida en las cárceles y que habían gritado viva la URSS al ser fusilados adivinaron con
pasmo que una policía sanguinaria, bajo diversas siglas, había organizado campos de concentración en
el paraíso del proletariado.
Aunque Sartre había avisado que el estalinismo era incompatible con el ejercicio honrado del
oficio literario y que sin saberlo las mejores mentes del mundo habían estado de parte del infierno, de
pronto Kafka escribía no una fábula, sino una crónica. Todos los pánicos que profetizó el tuberculoso de
Praga se cumplían. Por las páginas heladas del Archipiélago cruzaban caravanas de esclavos, riadas de
prisioneros, campos de concentración, trabajos forzados. Por la Lubianka no pasaban sólo los trotskistas
y los espías, sino los mejores bolcheviques, los escritores, los comisarios, los maestros, los soldados y los
héroes de guerra. "Por encima del bozal de nuestra ventana, de las demás celdas de la Lubianka, y de
todas las cárceles de Moscú, también nosotros ex combatientes en el frente contemplábamos el cielo de
Moscú, engalanado por los fuegos artificiales y sesgado por los reflectores".
El libro decía con un texto doliente que el estalinismo había sido una inmensa checa que trituró
a creyentes, a héroes antifascistas, a obreros de los koljós y a los intelectuales que pensaban por su
cuenta. Provocó el fin de la borrachera rusa a aquellos que pensaban que nuestro vino es amargo pero
es nuestro.
Los intelectuales comunistas tuvieron la impresión de haber escrito de rodillas, como Fray
Angélico pintaba. El miedo, el instinto de conservación, instinto animal compartido por todos los seres
humanos, fue utilizado por unos rufianes de la checa para destruir a la gente obligándola a aceptar
compromisos morales menores. Unas veces era colocar un cartel en el escaparate, otras dice Havel
firmar una petición denunciando a un colega por hacer algo que al Estado no le gustaba, otras
permanecer silencioso cuando un colega era perseguido injustamente. El estalinismo trató de convertir a
todos en cómplices morales. Hubo muchos disidentes -Pasternak, Vladimir Bukovski, Sajarov, el propio
Havel, antes Trotsky -, pero el disidente por excelencia es Solzhenitsyn, que nos habló de que el
comunismo, acelerón en lahistoria, se había corrompido en la estepa. Unos años más tarde aquel
archipiélago se desheló. Murió el comunismo, no nació nada nuevo, volvieron los dioses y los popes,
pero los seres humanos nunca podrán olvidar aquel "sorprendente país de geografía dispersa como la de
un archipiélago y, al mismo tiempo, con una presencia en las mentes tan compacta como la de un
continente, un país casi invisible, poblado de la estirpe de los zeks" que afloró después de que Jruschov
leyera el Informe Secreto del XX Congreso delPCUS. Alexandr Solzhenitsyn ha hecho más
anticomunistas que toda la CÍA. SU libro cambió la vida a mucha gente, al estilo de aquellos libros que
llevaron a Santa Teresa o a San Ignacio por el camino de Dios. La fábula tiene una honda raíz religiosa
y la escritura es terrible y hermosa.

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