miércoles, 21 de agosto de 2013

PERÚ: LA SANGRIENTA «LARGA MARCHA» DE SENDERO LUMINOSO

El 17 de mayo de 1980, día de las elecciones presidenciales, Perú fue el escenario de la primera acción armada de un grupúsculo maoísta llamado Sendero Luminoso. En Chuschi, unos jóvenes militantes se apoderaron de las urnas y las quemaron en un gesto que señalaba el inicio de la «guerra popular»,
una advertencia a la que nadie prestó atención. Unas semanas más tarde, los habitantes de la capital, Lima, descubrieron unos perros colgados de unas farolas de los que pendían unos carteles en los que se leía el nombre de Deng Xiaoping, el dirigente chino «revisionista» acusado de traición a la
Revolución Cultural. ¿De dónde procedía este extraño grupo político de prácticas tan macabras? 

Perú vivió el final de los años setenta de manera muy agitada: seis huelgas generales con un seguimiento masivo entre 1977 y 1979, todas ellas precedidas por grandes movilizaciones en las principales ciudades de provincia: Ayacucho, Cuzco, Huancayo, Arequipa, y también Pucallpa. A esto se sumó la formación de los frentes de defensa, muy amplios y estructurados en torno a sus reivindicaciones. Este tipo de organización, existente en Ayacucho desde hacía cierto tiempo, se convirtió en la matriz de Sendero Luminoso. Ayacucho, que en quechua significa «el rincón de los muertos», es uno de los departamentos más desheredados de Perú: menos del 5 por 100 de las tierras son cultivables, el ingreso anual medio por habitante es de unas 12.500 pesetas y la esperanza de vida de cuarenta y cinco años.
La mortalidad infantil alcanza el récord del 20 por 100 cuando en el conjunto de Perú es «solo» del 11 por 100. En este caldo de cultivo de desesperanza social encontró Sendero Luminoso sus raíces.

Desde 1959 Ayacucho es también un centro universitario en el que se enseñaba especialmente Puericultura, Antropología aplicada y Mecánica rural. Muy pronto se creó un Frente de Estudiantes Revolucionarios, que desempeñó un papel muy importante en el seno de la facultad. Comunistas ortodoxos, guevaristas y maoístas se disputaron agriamente el control de los estudiantes. 
Un joven activista maoísta, el profesor de Filosofía Abimael Guzmán, tendría desde el inicio de los años sesenta un papel de primera fila. Abimael Guzmán nació en Lima el6 de diciembre de 1934. Fue un joven de carácter taciturno que realizó brillantes estudios. Se afilió al Partido Comunista en 1958 y muy pronto destacó por sus dotes de orador. En 1965, participó en la creación del grupo comunista Bandera Roja, escisión del Partido Comunista peruano tras el gran cisma chino-soviético. Algunas fuentes refieren que viajó a China, aunque otras lo niegan 17. Cuando en 1966, después de una serie de tumultos insurreccionales, el Gobierno cerró la universidad, los maoístas de Bandera Roja crearon el Frente de Defensa de la Población de Ayacucho. Y desde 1967 Guzmán militó en favor de la lucha armada. En junio de 1969 participó en el secuestro del subprefecto Octavio Cabrera Rocha en Huerta, al norte de la provincia de Ayacucho. Encarcelado en 1970 por un delito contra la seguridad del Estado, fue liberado pocos meses después. En 1971, durante la IV Conferencia de Bandera Roja, un nuevo grupo comunista emergería de otra escisión: Sendero Luminoso. Debe su nombre a José Carlos
 Entre 1972 y 1979, Sendero Luminoso parecía limitarse a las luchas por el control de las organizaciones estudiantiles. Recibió el respaldo de estudiantes de la universidad de Tecnología de San Martín de Porres de Lima. Consiguió infiltrarse ampliamente en el sindicato de maestros de primaria y sus columnas rurales de guerrilleros con frecuencia estaban al mando de maestros. A finales de 1977 Guzmán desapareció en la clandestinidad. Se produjo entonces la culminación de un proceso iniciado en 1978: el 17 de marzo de 1980, en el transcurso de su segunda sesión plenaria, el partido maoísta optó por la lucha armada. Los efectivos de Sendero consiguieron el refuerzo de elementos trotskistas de Carlos Mezzich y de maoístas disidentes del grupo Pukallacta. Había sonado la hora de la lucha armada, de ahí la operación de Chuschi, a la que siguió el 23 de diciembre de 1980 el asesinato de un terrateniente, Benigno Medina, el primer caso de «justicia popular». Sendero Luminoso, que contaba en un principio con un contingente de 200 a 300 hombres, eliminaba sistemáticamente a los representantes de las clases dominantes y a los miembros de las fuerzas del orden.


En 1981 fueron atacados los puestos de policía de Totos, San José de Secce y Quinca. En agosto de 1982 los maoístas tomaron por asalto el puesto de Viecahuaman, matando a seis policías antiguerrilla (los Sinchis -palabra quechua que significa valiente, animoso). Otros 15 pudieron escapar o fueron
hechos prisioneros. Sin contar con apoyos exteriores, los guerrilleros recuperaron armas de los almacenes de la policía y explosivos en las canteras y no dudaron en atacar los campamentos mineros. La maraka, el bastón de dinamita lanzado mediante una honda tradicional, se convirtió en su arma favorita.

Además de estos ataques, realizaron multitud de atentados contra edificios públicos, líneas eléctricas y puentes. Los comandos, con buena implantación en Ayacucho, entraron en la ciudad en marzo de 1982, atacaron la cárcel y liberaron a 297 presos, políticos y comunes. La minuciosa preparación del ataque, la infiltración de la ciudad así como las operaciones simultáneas contra los cuarteles de la policía pusieron de manifiesto un largo aprendizaje de la subversión.

Sendero Luminoso se ensañó en la destrucción de las instalaciones e infraestructuras realizadas por el Estado con objeto de establecer las bases de sus «comunas populares». Así, en agosto de 1982 un comando destruyó el Centro de Investigación y Experimentación Agronómica de Alpahaca dando muerte a los animales e incendiando las máquinas. Un año después le llegó el turno de ser pasto de las llamas al Instituto de Investigaciones Técnicas sobre los camélidos (llamas, guanacos y alpacas). De paso, degollaron a los ingenieros y técnicos, a los que consideraban los vectores de la corrupción capitalista. Tino Alansaya, el jefe del proyecto, fue asesinado y su cuerpo dinamitado. A modo
de justificación, los guerrilleros declararon que «era un agente del Estado burócrata-feudal». En ocho años fueron asesinados 60 ingenieros en zonas rurales. Los cooperantes de las ONG tampoco quedaron a salvo: en 1988, Sendero Luminoso ejecutó al norteamericano Constantin Gregory, de ArD. El 4 de diciembre del mismo año morían degollados dos cooperantes franceses.

«El triunfo de la Revolución costará un millón de muertos» parece ser que predijo Guzmán -Perú contaba entonces con 19 millones de habitantes. En virtud de este principio, los maoístas se dedicaban a eliminar todos los símbolos de un orden político y social detestado. En enero de 1982 ejecutaron a dos maestros delante de sus alumnos. Unos meses más tarde, 67 «traidores» eran sentenciados en público en el transcurso de un «juicio popular». Al principio, la ejecución de latifundistas y otros propietarios agrícolas no chocó a los campesinos, aplastados por los impuestos y estrangulados por los préstamos con intereses usurarios. La eliminación de la pequeña burguesía y de los comerciantes, por el contrario, les privaba de una serie de ventajas como préstamos con intereses soportables, trabajo y ayudas diversas.

Preocupados por la pureza revolucionaria y por consolidar su tiranía, los guerrilleros también diezmaron las bandas de ladrones de ganado, los abigeos, que asolaban el altiplano. La lucha contra la delincuencia era puramente táctica y desde 1983 Sendero Luminoso empezó a colaborar con los narcotraficantes de Huanuco. En regiones donde existían conflictos étnicos, Sendero Luminoso supo
alimentar el odio contra el poder central limeño, vestigio de un «pasado colonial odiado», tal como se complacía en recordar el presidente Gonzalo (Guzmán). Presentándose como defensor del indigenismo, igual que PoI Pot hablaba de la pureza jemer de la época de Angkor, Sendero supo atraerse
algunas simpatías entre ciertas tribus indias que, con el tiempo, soportaron cada vez menos la violencia maoísta. En 1989, en la Alta Amazonia, los ashaninkas fueron enrolados a la fuerza o perseguidos. 25.000 de ellos vivían escondidos en la jungla antes de ser situados bajo la protección del ejército.

La región de Ayacucho, entregada a la venganza de los maoístas, quedó sometida al nuevo orden moral: a las prostitutas se les rapaba el pelo, se azotaba a los maridos adúlteros y a los borrachos, a los rebeldes se les recortaba una hoz y un martillo en el cuero cabelludo y se prohibieron las fiestas juzga
das malsanas. Las comunidades estaban dirigidas por «comités populares» encabezados por cinco «comisarios políticos», una estructura piramidal característica de la organización político-militar de Sendero Luminoso. Varios comités formaban una base de apoyo dependiente de una columna principal
que reagrupaba de siete a once miembros. Los comisarios políticos eran adjuntos de los comisarios encargados de la organización rural y de la producción. Estos últimos organizaban el trabajo colectivo en las «zonas liberadas».
No se toleraba ningún amago de desobediencia y la menor algarada se veía castigada por una muerte inmediata. Sendero había elegido una política autárquica y destruyó los puentes en su intento de aislar las zonas rurales de las ciudades, hecho que suscitó desde el principio una fuerte oposición campesi
na. Para asegurarse el control de la población y poder chantajear a los padres, Sendero no dudó en enrolar por la fuerza a los niños.


Al principio, el Gobierno respondió al terrorismo utilizando comandos especiales (Sinchis) y la infantería de Marina. Fue en vano. En 1983 y 1984, la «guerra popular» tomó un giro ofensivo. En abril de 1983,50 guerrilleros de Sendero Luminoso sitiaron Luconamanca, donde 32 «traidores» fueron dego
llados con hacha y cuchillo; la misma suerte correrían otras personas que intentaron escapar. El balance total fue de 67 muertos, entre los cuales había cuatro niños. Con esta matanza, Sendero Luminoso quería dar a entender a las autoridades que no tendría piedad. En los años 1984 y 1985 dirigió su
ofensiva contra los representantes del poder. En noviembre de 1983, el alcalde del centro minero del Cerro de Pesco fue asesinado y su cuerpo dinamitado. Sintiéndose abandonados por las autoridades, varios alcaldes y tenientes de alcalde dimitieron y los sacerdotes huyeron. En 1982 la guerra había causado 200 muertos, una cifra que se multiplicaría por diez en 1983. En 1984, el número de actos terroristas ascendía a más de dos mil seiscientos. Más de 400 soldados y policías murieron en el curso de estas operaciones. A los crímenes de Sendero Luminoso respondieron los excesos del ejército. Cuando en junio de 1986 los militantes organizaron algunos motines en tres cárceles de Lima, con toda probabilidad para extender la guerra a las ciudades, se desencadenó una represión feroz que resultó en más de 200 muertos. Los maoístas fracasaron en su intento de infiltrarse de forma duradera en los bien organizados sindicatos mineros y en los barrios donde existía un sólido tejido asociativo. Para conservar cierto crédito, Sendero Luminoso centró entonces sus ataques en el partido mayoritario en el poder, el APRA 21. En 1985 fueron asesinados siete apristas, cuyos cuerpos sufrieron las mutilaciones reservadas a los chivatos: les cortaron las orejas y la lengua y les reventaron los ojos.

Aquel mismo año, Sendero Luminoso abrió un nuevo frente en Puno. La guerrilla también llegó a los departamentos de la Libertad, las provincias de Huanuco y la Mar, en la Alta Amazonia. Las ciudades de Cuzco y de Arequipa fueron el escenario de la voladura de centrales eléctricas. En junio de 1984 los
maoístas provocaron el descarrilamiento de un tren que transportaba concentrado de plomo. Poco después le llegó el tumo a un tren que transportaba cobre. En 1984 se proclamó el estado de urgencia en diez provincias de las ciento cuarenta y seis con que cuenta Perú. Para atajar la violencia, el ejército recurrió de entrada a la represión: en represalia por los 60 campesinos muertos, el Estado Mayor prometió eliminar a tres guerrilleros. Esta política dio como resultado, en un primer momento, que los indecisos se inclinaran del lado de los maoístas.
El Gobierno cambió de táctica a principios de los noventa: se dejó de considerar al campesino como enemigo y empezó a considerársele un aliado. La reestructuración de la jerarquía militar y un mejor reclutamiento de los hombres permitieron privilegiar la colaboración con los campesinos. El grupo maoísta, por su parte, afinó su táctica y durante su III Conferencia definió cuatro formas de lucha: la guerra de guerrillas, el sabotaje, el terrorismo selectivo y la guerra psicológica, como el ataque a las ferias agrícolas.

La corriente de disidencia que emergió entonces en las filas del partido fue rápidamente atajada con la ejecución de los «traidores defensores de la línea burguesa». Para castigar a los que traicionaban las «fuerzas del pueblo», Sendero Luminoso creó campos de trabajo en Amazonia. En diciembre de
1987 300 mujeres, niños y ancianos famélicos consiguieron escapar de aquel «gulag peruano» y llegaron a Belem, en los confines de la selva virgen. En 1983, algunos campesinos que habían estado sometidos a trabajos forzosos abandonaron las zonas dominadas por Sendero, que obligaba a los peones a cultivar la tierra, los campos de coca y a satisfacer las necesidades de las columnas de guerrilleros. Muchos niños nacidos en las altiplanicies encontraron la muerte, las personas que intentaban evadirse eran asesinadas. Encerrados en campos y obligados a seguir sesiones de estudios de los textos del presidente Gonzalo, los detenidos, como ocurrió con las 500 personas internadas en un campo de la región de Convención, no tardaron en padecer el hambre. 

En septiembre de 1983, la policía se marcó un primer tanto con la detención de Carlos Mezzich, uno de los jefes del estado mayor de Guzmán. Agotados por la crueldad de un Sendero incapaz de mejorar su suerte, la mayoría de los campesinos no se inclinó del lado de la revolución guzmaniana. Además, Sendero Luminoso se veía combatido por otros movimientos políticos. La izquierda unida, sustentándose en una fuerte implantación sindical, se opuso con éxito a las tentativas de infiltración de Sendero, que se encontraba, en definitiva, mucho más cómodo utilizando métodos sanguinarios yexpeditivos que en un trabajo comunitario o asociativo. Porque, efectivamente, en los años 1988 Y 1989, Lima y Cuzco se convirtieron en objetivos directos del grupo y los barrios chabolistas en el caldo de cultivo revolucionario, conforme a las directrices del presidente Gonzalo: «¡Hay que tomar los barrios de chabolas como bases y al proletariado como dirigente!». Sendero emprendió entonces el control de las favelas y los refractarios fueron eliminados. Sus militantes se infiltraron en algunas organizaciones caritativas, como el Socorro Popular de Perú. De hecho, el grupo maoísta intentaba acabar con la implantación urbana de la izquierda marxista clásica. Después de las tentativas de someter a los sindicatos, se encontró con un nuevo fracaso. Además, Sendero Luminoso
tropezó en su camino con los Tupacamaros del MRTA.


Los enfrentamientos, de una violencia insospechada, significaron en 1990 la muerte de 1.584 civiles y 1.542 rebeldes. Maltrecho tras su enfrentamiento con el MRT A y duramente castigado por el ejército, Sendero Luminoso empezaba a declinar. Los días 12 y 13 de septiembre de 1992, Guzmán y su ayudante, Elena Iparraguirre, fueron detenidos. Unas semanas más tarde, el número tres de la organización, Óscar Alberto Ramírez, cayó en manos de la policía. El 2 de marzo de 1993, la responsable militar de Sendero, Margot Domínguez (Edith, en la clandestinidad), fue detenida. Por último, en marzo de 1995, una columna de 30 guerrilleros encabezada por Margie Clavo Peralta, fue desmantelada por los servicios de seguridad. Pese a ello, el aumento de sus efectivos permitió a Sendero Luminoso reunir en 1992 a 25.000 miembros, de los cuales entre 3.000 y 5.000 eran «regulares».

La predicción de Guzmán no se cumplió. Perú no quedó ahogado en su propia sangre.Algunas fuentes atribuyen a Sendero Luminoso la responsabilidad de la muerte de entre 25.000 y 30.000 personas. Los niños campesinos pagaron un alto tributo al terrorismo de guerra civil de Sendero pues entre 1980 y 1991 1.000 niños resultaron muertos y otros 3.000 mutilados a causa de los atentados. El desmembramiento de las familias en las zonas de guerra también dejó librados a su suerte a cerca de 50.000 niños, muchos de ellos huérfanos.

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