sábado, 17 de agosto de 2013

La historia del Barrio Chino de La Habana

Cerca de lo que fue la Plaza del Vapor, hoy desaparecida, entre las calles Dragones, Rayos, Lealtad y Zanja, se encuentra el Barrio Chino de La Habana, alguna vez el más grande e importante de las Américas.
Los chinos empezaron a llegar a Cuba en el siglo XIX. El primer grupo llegó al puerto de La Habana en el vapor Oquendo. Se calcula que entre 1847 y 1874 entraron unos 150 mil chinos de Hong Kong, Macao y Taiwán vía Manila (Filipinas), contratados para trabajar en plantaciones de caña y café.
Los chinos decidían embarcarse en esta aventura hacia la América española con el sueño de enriquecerse. En verdad, con presiones de diversa índole y engañifas legales, firmaban unos documentos que los obligaban a servir durante ocho años en condiciones de semiesclavitud. Recibían cuatro pesos mensuales por una jornada de ocho horas diarias y, según Napoleón Seuc ( La Colonia China en Cuba, 1930-1960), se comprometían a trabajar para cualquier patrono a quien fueran cedidos; se les daban dos mudas de ropa gratis, una camisa de lana y una frazada anuales. Una vez que el contrato se cumplía, tenían que pagarse el pasaje de regreso a China o reengancharse con un nuevo patrono por otros ocho años.
Muchos de ellos, una vez libres, no tuvieron mejor opción que permanecer en la Isla y ganarse la vida en los más disímiles oficios. Así pues, trabajaron en la industria, el comercio, los servicios, la agricultura y las construcciones. No rehuyeron incorporase a la lucha por la Independencia en su momento.
Los culíes chinos lograron emanciparse de su solapada esclavitud en 1877, mediante la firma del Tratado Chino-Español, cuando el mandarín Chin Lan Pin visitó Cuba. El tratado suspendió legalmente la contratación, pero no la inmigración.
Desde 1869 hasta la primera mitad del siglo XX se produjo la entrada en la Isla de diferentes oleadas de chinos libres, procedentes en su mayoría de California, en Estados Unidos, de donde migraban por las leyes racistas. Los “chinos californianos” llegaron a Cuba en busca de terrenos propicios donde establecerse e invertir sus capitales.
Se inició entonces un proceso de auge y expansión de la comunidad china, especialmente en su zona principal de asentamiento, el Barrio Chino, que en la actualidad ocupa desde la Calle Escobar a la calle Galiano, y desde la Calle San José hasta la Calle Reina, en el municipio Centro Habana.
Allí empezaron a establecer comercios de todo tipo, lo que originó una pequeña burguesía comercial china importadora y financiera en desarrollo. Esos comerciantes emplearon en sus negocios a los culíes libres residentes en la Isla.
A la llegada a La Habana, muchos de estos últimos habían creado asociaciones como la Kit Yi Tang (La Unión, La Habana, 1867), que se propuso reunificar a todos los chinos; la Heng Yi Tong (Los Hermanos, La Habana, 1868), y la Yi Song Tong, segunda alianza formada para los chinos jaka.
En marzo de 1870 se abrió la primera casa importadora de productos asiáticos, cuyos propietarios fueron los banqueros Ley Wong, Youy Shan y Lang Tong, y en ese mismo año, en la esquina de la Calle Sol y Villegas, se instaló la casa Con San Tong, el segundo gran comercio chino, fundado con un capital de 50,000 pesos.
El chino Chun Long, con el nombre españolizado de Luis Pérez, funda en 1858, una fonda en la esquina de Rayo y Zanja, mientras su paisano Lin Si Yin (Abraham Scull) levanta un puesto de verduras chinas y frutas.
Así se inició el Barrio Chino.
Muchos vegetales de origen asiático se empezaron a cultivar por los chinos, quienes aprovechaban el suministro de agua fresca de la Zanja Real. Posteriormente, con la urbanización y desaparición de la Zanja, los chinos agricultores se asentaron en las afueras de La Habana, en áreas de Calabazar, Bejucal y otras zonas de los alrededores. Aunque no fueron los chinos quienes introdujeron el arroz a Cuba, sí contribuyeron a su consumo, muy presente en su gastronomía y hoy un plato indispensable en la mesa cubana.
El Barrio Chino se encuentra en lo que se conoce en nuestros días como municipio Centro Habana. Está demarcado por cuatro o cinco pequeñas calles: la calzada de Zanja (al Norte), Rayo (al Este), Lealtad (al Oeste), y la más característica de todas, la calle Dragones (al Sur). En su momento de auge, durante la década de 1940 y 1950, la calle principal de negocios y servicios fue San Nicolás entre Zanja y Dragones.
A fines del siglo XIX y comienzos del XX llegaron unos cinco mil emigrantes chinos procedentes de California. Estos aportaron un gran impulso comercial a la comunidad china; crearon restaurantes de lujo, cafeterías, teatros, bancos, bodegas, periódicos, funerarias, casinos, sociedades y salones donde se ofrecían reuniones y actividades culturales, todos asentados en los alrededores de la calle San Nicolás entre Zanja y Salud.
Una peculiaridad del barrio eran las llamadas Sociedades Chinas de Instrucción y Recreo, pequeños centros donde se agrupaban los chinos por apellidos y regiones de procedencia, situados invariablemente en un primer piso, entre ellas estaban: Lung-Con-Cun-Sol, Chang-Weng-Chun-Hong, Chi-Tack Tong, y otras muchas, que se fomentaron para aglutinar y servir de apoyo a muchos paisanos que no tenían familiares en la Isla. Muchas de estas sociedades alquilaban habitaciones a sus asociados, quienes compartían baños y cocina en áreas comunes del edificio.
Existían otras asociaciones de carácter comercial como la Cámara de Comercio, que radicó en la Calle de la Reina, entre Manrique y San Nicolás; la Unión de Detallistas del Comercio, que llegó a publicar la revista Fraternidad; y la Wah Tin Yi Kuan Con Hui, la Asociación de Lavanderías Chinas, que agrupó a más de 250.
La comunidad tenía, además, el Banco de China, que llegó a manejar un capital de cerca de 2 millones. El banco estaba situado en los bajos del edificio que ocupaba el Casino Chung Wah en la calle Amistad, a un costado de la Compañía de Teléfonos. Las dos plantas intermedias del inmueble estaban ocupadas por oficinas de abogados y servicios a la comunidad china. El Casino estaba en la planta superior y era la institución común a todas las sociedades.
A la caída del gobierno del presidente Batista, en enero de 1959, el Banco fue intervenido y luego confiscado por el subsiguiente gobierno y entonces tenía un capital de 10 millones de pesos cubanos. En resumen, puede decirse que entre negocios confiscados o abandonados y edificios sociales de instituciones de asistencia mutua los chinos tenían en Cuba por esa época decenas de millones de pesos.
El sistema de atención a la salud consistía en un centro de consultas y laboratorio en el mismo Barrio Chino y una clínica plenamente equipada y con pabellones para pacientes, Kow Kong, localizada en las Alturas de Lawton, llamada Kow Kong. Allí nací yo, como muchos chino-cubanos de la época. Imposible dejar de mencionar las farmacias chinas, que expendían una extensa variedad de remedios naturales importados de Asia. El mentol chino envasado en un diminuto frasco de lata, con un dragón rojo en la tapa era muy popular entre los cubanos.
La comunidad china de La Habana contaba en 1958 con cuatro cines. Uno de ellos, el Aguila de Oro, brindaba funciones de teatro para piezas de la Ópera China. El cine Aguila de Oro (Kiam-Yin), en Rayo entre Cuchillo y Dragones ofrecía usualmente filmes en idioma cantonés; el cine Nuevo Continental (Sian Tai Luk), en Manrique entre Zanja y Dragones, películas chinas y norteamericanas; el cine Pacífico (Jay Ping Yon), en Zanja esquina San Nicolás, películas chinas y norteamericanas (desapareció); cine La Gran China (Sian Mend Ji Yin), en San Nicolás, entre Dragones y Salud, películas chinas y norteamericanas (desapareció).
Tuvieron gran importancia las sociedades culturales y deportivas, destacándose la Chung Wah Yin Lock Kou Se, primera en emplear descendientes para actuar en la ópera cantonesa, y la Chi Mut Hai You Wut, dedicada por entero a las artes marciales de origen chino, entre ellas el kung fu y la Danza del León (Whu Su).
Durante los años 1940 y 1950, las actividades deportivas se vieron reforzadas con el Club Atlético, que promovía prácticas de diversos deportes así como las culturales tuvieron su impulso con la Banda de Música del Kuo Ming Tang (Partido Nacionalista Chino).
Un asilo ubicado en las alturas de Palatino, cerca de la Loma de los Zapotes, era manejado por el Casino Chung Wha, y muchos ancianos pasaron sus últimos días en una atmósfera de cuidado y atención médica. El cementerio chino, situado en la actual Avenida 26 del reparto Nuevo Vedado, en las cercanías de la Necrópolis Cristóbal Colón, era la última parada para los que terminaban su vida tan lejos de su tierra de origen. La ceremonia de despedida del difunto incluía sus platos preferidos y el ritual fúnebre correspondía a las costumbres de cada región y de cada familia.
La gastronomía china tuvo un enorme impacto entre los cubanos. La mayoría de los chinos que fueron a parar a Cuba procedía del sur del país, sobre todo de la provincia de Cantón. Debido a que el Trópico de Cáncer pasa por esta provincia y también por Cuba muchos chinos decidieron asentarse en la Isla: el sol y el clima eran muy similares. También las hortalizas, vegetales y frutas chinas germinaron fácilmente en una tierra fértil y generosa donde el proceso de adaptación fue mínimo.
Con la llegada de los chinos californianos se amplió el menú y las posibilidades de una cocina más sofisticada. Fueron ellos los que trajeron el afamado “arroz frito”, en verdad creado en California, y que en La Habana alcanzó su mejor variante, ya que los mariscos eran mucho más baratos y abundantes.
Entre los restaurantes chinos más famosos está el Pacífico, localizado en el mismo Barrio Chino.
El juego de azar ha estado en la idiosincrasia del chino desde tiempos inmemoriales. Fueron ellos quienes introdujeron la Charada que dedujo en la charada cubana (una tabla compuesta de 100 números consecutivos del 1 al 100. Los primeros 36 números están tomados de la llamada charada china o ‘chiffá’, los restantes son producto de la imaginación popular del cubano). También aparecieron muchas variantes basadas en la Lotería Española.
No hubo tiempo para que la comunidad china tuviese una presencia en la floreciente televisión nacional. Sin embargo, en la radio, a partir de 1930 algunas radioemisoras divulgaban la música china y a partir de 1940 ya contaban con tres emisoras que transmitían ópera china y un noticiero en lengua cantonesa.
Por otro lado, Angel Hun Jam ponía su voz al Noticiero Chino de la COCO, de Guido García Inclán, y era pagado por el Jabón Candado, de Crusellas y Cía. Hun Jam era afiliado a Chee Kun Tong y fue durante muchos años editor jefe del diario Hoy Men Kong Po, de esa sociedad, más tarde dirigió otro diario chino, el Wah Man Sion Po, hasta su disolución en 1960.
En los noticieros eran frecuentes las crónicas sociales y las informaciones del Barrio y la Colonia China.
Existían tres diarios chinos independientes en La Habana: el Wah Man Sion Po (comercial), el Man Sen Yat Po (Nacionalista – Kou Ming Tang), y el Hoy Men Kun Po (de noticias e información general).
Había otro magazín en chino de menor tirada, aliado al Partido Socialista Popular, pero dirigido a una minoría casi inadvertida dentro de la inmensa masa de chinos, mayormente anticomunistas y pertenecientes al Partido nacionalista Kou-Ming Tang que tenía sus oficinas en un flamante edificio en la Calle Zanja desde mediados de los años 1950.
Durante la década de 1950, el monto de las importaciones de productos chinos desde California, Taiwán y Hong Kong fue enorme. Bazares chinos vendían todo tipo de productos y víveres. En este período los productos frescos eran producidos en la Isla, desde el tofu hasta embutidos, conservas, aliños y algunas especias. ¿Y cómo olvidar los helados elaborados con frutas cubanas en los puestos de chinos?
La década de 1960 estaba destinada a marcar el despegue de la comunidad china. En La Habana se notaba la presencia de restaurantes y cafeterías fundadas con capital chino: Wakambas y Karabalí, en el Vedado; las Estrellas de Oro de la calle Monte, restaurantes de lujo como el Hong Kong (más tarde renombrado Yan-Tsé/Pekín/Mandarín). Por otra parte, muchas inversiones en bienes raíces, con capital chinocubano, comenzaban a florecer.
La inmigración china fue casi constante. Con el florecimiento de los comercios y compañías de servicios en manos de chinos, estos se las agenciaban para traer a sus familiares. Otros pagaban el viaje con su trabajo a un plazo demasiado largo y duro, pero que sirvió para que la comunidad creciera y se mezclara con los criollos.

En un principio los chinos se mantuvieron fieles a sus costumbres y celebraban matrimonios entre ellos. Pero la cantidad de mujeres de origen chino era escasa, de manera que muchos acabaron uniéndose con negras y blancas. Hoy en día la mayoría de los chinocubanos son una mezcla de chinos, españoles y africanos.
(Alfredo Pong)

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